El Evangelio según Mateo es una película única por muchas razones. Reconstruye el Nuevo Testamento utilizando un elenco nada profesional, escenarios toscos y completamente verosímiles, y una fotografía en blanco y negro casi documental en la estela del Neorrealismo, que tuvo una gran influencia en las primeras etapas de la carrera de Pasolini. Aunque el director no era creyente, su personalidad radical e inconformista quizás se sintió atraída por la idea de un Cristo concebido como agitador y revolucionario que exige respeto, incluso como demagogo. Pero el verdadero éxito de esta obra maestra se debe a la elección de Pasolini de confiar el papel de Cristo a un joven estudiante de literatura española, Enrique Irazoqui.
En el milagro de los panes y los peces, cuando Cristo multiplica cinco panes y dos peces en una cantidad inagotable para una multitud de personas, pide a sus seguidores que crucen un canal en barca, diciéndoles que se reunirá con ellos al otro lado. Durante el traslado, los fieles ven un fantasma lejano acercándose a ellos sobre el agua. Cae el silencio, el viento se desvanece, el agua deja de lamer, mientras destellos luminosos juegan sobre ella. Y vemos a Cristo realizar otro milagro. La belleza descarnada del plano general sobre la silueta de Cristo caminando sobre el agua es reveladora. No solo porque es capaz de rivalizar con los efectos especiales digitales de cualquier película contemporánea, sino también porque llama la atención dentro de una obra cuyo enfoque, por lo demás, es enteramente neorrealista. Es un momento sublime.
Aruna Vasudev
Pasolini hace aquí una lectura integral del Evangelio de Mateo que coloca entre las piedras de Matera que le permiten, dice, una transposición no arqueológica del mundo antiguo al mundo moderno. En el Evangelio, Pasolini transpone, con sanguinaria sinceridad y un vivido sentido de lo sagrado, sus propios “elementos religiosos malignos, ardientes, esquivos”. Y lo hace siguiendo el hilo de una visión cristiana primitiva que niega toda confianza en la Iglesia-Institución, recuperando en cambio valores que forman parte de otras ideologías, en primer lugar el marxismo. La suya es una religión que quiere hablar a los pobres del mundo, y en ella se funden pasión e ideología: como un cineasta cuya grandeza no se puede separar de sus ideas.
Su poesía es, literalmente, un mensaje vital y escandaloso. Su Cristo ermitaño es un predicador violento de una verdad radical, su palabra, rigurosamente filológica, se plasma en el lenguaje escrito de la realidad (es también el título de uno de sus «ensayos heréticos»). Lo sagrado, en su caducidad, se convierte en lenguaje activo, crudo, pero también, a la manera pasoliniana, de un sincretismo original y culto de figuraciones que busca entre las personas reales el tipo original correspondiente al modelo pictórico. En otras palabras, moravos, en Pasolini la realidad se manifiesta como cultura. Y en el Evangelio produce ese relato “épico en la pobreza y suntuoso en la sencillez” que impresiona”.
Gianni Volpi
Fuente
Género: dramático – histórico
Reparto
Enrique Irazoqui: Cristo
Margherita Caruso: María de joven
Susanna Pasolini: La vieja María
Marcello Morante: Giuseppe
Mario Socrate: Juan el Bautista
Settimio Di Porto: Pedro
Otello Sestili: Judas Iscariote
Ferruccio Nuzzo: Mateo
Giacomo Morante: Juan el Apóstol
Amerigo Bevilacqua: Herodes el Grande
Alessandro Tasca: Poncio Pilato
Rosario Migale: Tommaso
Rodolfo Wilcock: Caifa
Rossana Di Rocco: el ángel
Banda sonora de Luis Bacalov